
Fragmentos
«Dánzame, madre, baila con este hijo
que los otros son bellos y la música
no rechaza sus cuerpos.
Pequeños y grotescos, ¡hagamos espectáculo!,
que vibre nuestra carne tambaleando al público
y rómpanse los pies de tanto entrechocar.
Que el baile es nuestro, el ritmo solo nuestro,
y aunque sea sin música, dancemos.
Ta-ta-ta Ta-ta-ta Ta-ta-ta Ta-ta-ta
Tren que atraviesa vértebras y vías.
Ya lo oigo: lleva tantos pasajeros
que no conozco, padre,
que se comportan como tú y me llaman
hijo mío, pero de igual a igual,
niños que corretean por el tiempo
porque el espacio ya se les pasó.
Padre, inténtalo tú, pon la cabeza
en mi espalda: ¿no lo oyes?
Tren que atraviesa vértebras y vías.»
«El país que dejé no ha perdido su forma,
encuentro manchas que se le parecen
y señalo ciudades.
El país del que soy, por el contrario,
achicó sus fronteras y sus fuerzas,
y canta mucho menos.
El país donde vivo tiembla a veces,
me recuerda al derrame cerebral
que desplomó a mi abuela.
Al país del que soy quiero volver,
peinarle el pelo mientras le murmuro
mamá, es cierto que vine.»
«Despiertas: tienes ojos
que solo se comprenden desde dentro,
igual que los instintos
o la forma y color del corazón.
La luz no viene para darte límites
ni viento a los marinos de tu sangre,
sino a cubrir la herida
que es el mundo del tacto y de las cosas.
Los poros de tus piernas son macetas
donde crece la nada con sus frutos,
es fértil la imaginación en ti.
Y abres la boca como un espectáculo.
Sobre tu alfombra roja
mis besos son insectos que molestan.
Hierve el café en mis manos:
antes de despertarte estaba frío.»